Destaca por tener una textura mantecosa y tierna pero crujiente a la vez. Su cultivo es principalmente en primavera- verano, en campo abierto y respetando su crecimiento natural, sin prisas, para conservar todas sus propiedades nutricionales.
Su sabor es delicado pero intenso con algunos matices ligeramente dulces, lo que la convierte en una lechuga muy interesante para formar parte de muchas recetas ya que sorprende a cualquier paladar por su gran versatilidad. Está compuesta por un 95% de agua y, entre muchas de sus propiedades, destaca su contenido en vitaminas A y C y en nutrientes como el potasio, el calcio y el sodio.